México: Liberan al preso político Víctor Herrera Govea tras un año de prisión
Tras el pago de un rescate de 25 mil 300 pesos el estado mexicano liberó al prisionero político a un año y catorce días del secuestro.
Reclusorio Sur, D.F. Sábado 16 de octubre.
Hace un frio infernal. Ruido, risas, llantos, murmullos, expectación y de pronto, un ruido metálico nos advierte que el gran portón azul está por abrirse: el silencio se apodera de la escena. El portón se abre y un funcionario del centro de exterminio varonil sur sale entre chiflidos y mentadas de madre, son las 4 de la madrugada y aunque quince presos salieron en las horas anteriores, no ha habido nuevas noticias de a que horas saldrán los demás.
En la explanada del reclusorio hay una fogata hecha con ropa y zapatos del uniforme carcelario de los recién liberados, un ritual en donde se busca dejar atrás ese pasado. Una mujer se calienta en la hoguera y comenta “A partir de las 10, así me dijeron, de las 10 en adelante pero llegué a las 11”. De Víctor todavía no sabemos nada.
En el portón se aglomeran los familiares, la madre de Víctor, Eduviges Govea se ríe y satiriza un cartel institucional que dice que todos los servicios son gratuitos: “Sí, gratis te encierran, gratis te inculpan, gratis te sentencian, gratis…”. Lleva un año esperando este momento, un año catorce días de injusto encarcelamiento, un año catorce días de secuestro.
Desde que la jueza dictó sentencia el 6 de octubre pasado se volcaron sobre ella y sus hijas decisiones trascendentales: la condena alcanzó los 2 años nueve meses de cárcel y exigía la condonación de los supuestos daños y robos durante el 2 de octubre de 2009, por otra parte, había la posibilidad de cambiar el encierro por una multa que ascendió a los 15 mil pesos. Existían al menos dos posibilidades: apelar a la sentencia condenatoria y esperar un plazo que podría extenderse hasta 8 meses o pagar el rescate exigido por el gobierno que encabeza el represor Marcelo “Díaz Ordaz”, esta segunda posibilidad conllevaba a “aceptar” la culpabilidad de Víctor.
En un mitin relámpago el pasado jueves, las hipócritas autoridades de la PGJ-DF ofrecen una blandengue promesa a Eduviges, a quien llaman “compañera”: no apelarán la sentencia de la jueza, pero le piden que “deje de decirle represor a Marceo (Ebrard)”. Además la contactan con la fundación afianzadora de Telmex para que cubra los gastos del rescate. Le ofrecen recibirla en una visita para “valorar su caso”. La dignidad mostrada en ocasiones anteriores no vacila en responder NO, no aceptarán dinero de quien mantiene secuestrado a Víctor.
La decisión no es fácil: Víctor es inocente y debería salir absuelto, pero su situación emocional dentro de la cárcel no es la mejor. Deciden pagar el rescate de 25 mil 302 pesos, resultado de la suma de 6 mil 500 pesos de “daño a propiedad ajena”, dos mil dos pesos de de “robo con agravante en pandilla” y la “pena pecuniaria” de 15 mil.
Hace un frio infernal. Ruido, risas, llantos, murmullos, expectación y de pronto, un ruido metálico nos advierte que el gran portón azul está por abrirse: el silencio se apodera de la escena. El portón se abre y un funcionario del centro de exterminio varonil sur sale entre chiflidos y mentadas de madre, son las 4 de la madrugada y aunque quince presos salieron en las horas anteriores, no ha habido nuevas noticias de a que horas saldrán los demás.
En la explanada del reclusorio hay una fogata hecha con ropa y zapatos del uniforme carcelario de los recién liberados, un ritual en donde se busca dejar atrás ese pasado. Una mujer se calienta en la hoguera y comenta “A partir de las 10, así me dijeron, de las 10 en adelante pero llegué a las 11”. De Víctor todavía no sabemos nada.
En el portón se aglomeran los familiares, la madre de Víctor, Eduviges Govea se ríe y satiriza un cartel institucional que dice que todos los servicios son gratuitos: “Sí, gratis te encierran, gratis te inculpan, gratis te sentencian, gratis…”. Lleva un año esperando este momento, un año catorce días de injusto encarcelamiento, un año catorce días de secuestro.
Desde que la jueza dictó sentencia el 6 de octubre pasado se volcaron sobre ella y sus hijas decisiones trascendentales: la condena alcanzó los 2 años nueve meses de cárcel y exigía la condonación de los supuestos daños y robos durante el 2 de octubre de 2009, por otra parte, había la posibilidad de cambiar el encierro por una multa que ascendió a los 15 mil pesos. Existían al menos dos posibilidades: apelar a la sentencia condenatoria y esperar un plazo que podría extenderse hasta 8 meses o pagar el rescate exigido por el gobierno que encabeza el represor Marcelo “Díaz Ordaz”, esta segunda posibilidad conllevaba a “aceptar” la culpabilidad de Víctor.
En un mitin relámpago el pasado jueves, las hipócritas autoridades de la PGJ-DF ofrecen una blandengue promesa a Eduviges, a quien llaman “compañera”: no apelarán la sentencia de la jueza, pero le piden que “deje de decirle represor a Marceo (Ebrard)”. Además la contactan con la fundación afianzadora de Telmex para que cubra los gastos del rescate. Le ofrecen recibirla en una visita para “valorar su caso”. La dignidad mostrada en ocasiones anteriores no vacila en responder NO, no aceptarán dinero de quien mantiene secuestrado a Víctor.
La decisión no es fácil: Víctor es inocente y debería salir absuelto, pero su situación emocional dentro de la cárcel no es la mejor. Deciden pagar el rescate de 25 mil 302 pesos, resultado de la suma de 6 mil 500 pesos de “daño a propiedad ajena”, dos mil dos pesos de de “robo con agravante en pandilla” y la “pena pecuniaria” de 15 mil.
Son las cuatro y media de la madrugada, el portón azul que pareciera la boca siniestra de una máquina de destruir gente gime y se queja. La boca se empieza a abrir. La espectación crece y reina el silencio. Es Víctor quien sale con una sonrisa muy grande, su familia y amigos cercanos lo abrazan. Su salida estaba anunciada a la una, pero eso ya no importa. Víctor Herrera Govea está libre, al menos está fuera de la cárcel. Víctor tendrá que ir a firmar cada mes durante los próximos 21 meses. La pesadilla, esta parte de la pesadilla ha finalizado.
Por ahora la situación de encierro de Víctor Herrera Govea ha terminado, aun con su libertad mutilada ya no soportará el frio de la cárcel. Su situación, según comenta su familia, es delicada. Aunque salió con gran ánimo, Víctor se mostró muy callado y deprimido los últimos meses. Ante esta situación de depresión su familia nos pide prudencia y paciencia.
A un año catorce días de encierro Víctor Herrera Govea está libre, no bastaron las cartas, las movilizaciones, las pruebas para que el gobierno del “capo Marchelo” aceptara su inocencia. Su figura se catapulta rápidamente hacia la candidatura presidencial. Para nosotrxs no es sorpresa: El PRI reprime, el PAN reprime, el PRD reprime. Sea quien sea el que ostente el cargo presidencial no ofrece mayor cambio para lxs de abajo y a la izquierda. El salinista Marcelo, la “mano derecha” de AMLO durante su reinado capitalino, fue el encargado de promover la criminalización del autoempleo con el decreto en 2004 de la “Ley de Cultura Cívica del D.F.”, durante su reinado propio recrudeció estas propuestas con la llamada “tolerancia cero”, actualmente el GDF se encuentra preparando una ley indígena “basada en los acuerdos de San Andrés”. Ebrard Casaubón, quien en bautizo de sangre ganó el apodo de “Díaz Ordaz” ha demostrado su mano firme con las amenazas de desalojo al plantón de San Juan Copala en el Zócalo, también con los despojos de tierras a los indígenas de Tlahuac y Xochimilco y a colonos de la Magdalena Contreras, ha reprimido y despojado severamente a vendedores ambulantes y trabajadoras sexuales. Marcelo Ebrard Casaubón es por ahora la figura de la izquierda moderna mexicana, la izquierda sin memoria sin dignidad y sin descaro nacida del PRI, Marcelo ha militado en el PRI, en el PVEM, en el PCD en tiempos de Cacho Solís y ahora en el PRD, Ebrard ha demostrado con empeño lo que nos hará si llega a la presidencia.
La noche sigue, el frio también. Bajamos las escaleras del reclusorio Sur sin mirar atrás, un clamor combate el silencio, el Comité por la Libertad de Víctor Herrera Govea se despide gritando “Abajo los muros de las prisiones, abajo los muros de las prisiones”. Víctor come cacahuates y nos comenta que allá adentro le decían el “dos de octubre”, que le gustaba jugar futbol, que recuerda sus torneos en Huipulco. Nos alejamos, nuestro compañero está libre, atrás queda la cárcel con muchos más presos, atrás
queda ese lugar “donde reina la tristeza no se condena el delito, se condena la pobreza…”.
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