lunes, 9 de mayo de 2011

hasta la madre de la violencia!!

México: Reclamo contra la violencia en El Zócalo. Piden renuncia de Genaro García Luna. Discurso de Sicilia

Al concluir la Marcha por la Paz, se demandó cesar la impunidad, profundas reformas en justicia, esclarecer los casos que más han conmovido a la sociedad y combatir la corrupción en las instituciones

El domingo 8 de mayo, miles de ciudadan@s en el Distrito Federal y varias ciudades de la República Mexicana, convocad@s por el escritor y poeta Javier Sicilia unieron sus voces en un solo reclamo: basta de una guerra que nadie pidió, que no está teniendo los resultados que se supone la justifican, y sí está destruyendo el tejido social del país y sí está costando vidas. 
Desde el inicio de esta guerra se han contabilizado 40,000 muertes entre las que se cuentas niñas, niños, jóvenes estudiantes, mujeres y hombres inocentes que nada tienen que ver con esta guerra, solamente tuvieron la mala suerte de estar en el momento y lugar equivocado.
La Marcha Nacional por la Paz exigió  que se revisen las estrategias para el combate al crimen organizado, las cuales incluyen mejores condiciones de vida, educación de calidad, empleos dignos, el crimen organizado no se combate solamente con armas y violencia. La única forma de reconstruir el tejido social, ahora deshecho, dignificando la vida l@s mexican@s.
También se lanzó la exigencia clara de la renuncia del Secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, al ser uno de los principales responsables del estado policiáco en México.  La Marcha Nacional la encabezaron diversas organizaciones y ciudadanos y ciudadanas apartidistas que han vivido en carne propia la violencia que ha generado esta guerra. Acompañaron a Javier Sicilia, Gloria Reyes, quien ha visto morir a seis de us familiares y Patricia Duarte, madre uno de los bebés víctimas de la corrupción y la impunidad en la guarderia ABC.
Kaos. México

Discurso de Javier Sicilia en el Zócalo 
Hemos llegado a pie, como lo hicieron los antiguos mexicanos, hasta este sitio en donde ellos por vez primera contemplaron el lago, el águila, la serpiente, el nopal y la piedra, ese emblema que fundó a la nación y que ha acompañado a los pueblos de México a lo largo de los siglos. Hemos llegado hasta esta esquina donde alguna vez habitó Tenochtitlan –a esta esquina donde el Estado y la Iglesia se asientan sobre los basamentos de un pasado rico en enseñanzas y donde los caminos se encuentran y se bifurcan–; hemos llegado aquí para volver a hacer visibles las raíces de nuestra nación, para que su desnudez, que acompañan la desnudez de la palabra, que es el silencio, y la dolorosa desnudez de nuestros muertos, nos ayuden a alumbrar el camino.

Si hemos caminado y hemos llegado así, en silencio, es porque nuestro dolor es tan grande y tan profundo, y el horror del que proviene tan inmenso, que ya no tienen palabras con qué decirse. Es también porque a través de ese silencio nos decimos, y les decimos a quienes tienen la responsabilidad de la seguridad de este país, que no queremos un muerto más a causa de esta confusión creciente que sólo busca asfixiarnos, como asfixiaron el aliento y la vida de mi hijo Juan Francisco, de Luis Antonio, de Julio César, de Gabo, de María del Socorro, del comandante Jaime y de tantos miles de hombres, mujeres, niños y ancianos asesinados con un desprecio y una vileza que pertenecen a mundos que no son ni serán nunca los nuestros; estamos aquí para decirnos y decirles que este dolor del alma en los cuerpos no lo convertiremos en odio ni en más violencia, sino en una palanca que nos ayude a restaurar el amor, la paz, la justicia, la dignidad y la balbuciente democracia que estamos perdiendo; para decirnos y decirles que aún creemos que es posible que la nación vuelva a renacer y a salir de sus ruinas, para mostrarles a los señores de la muerte que estamos de pie y que no cejaremos de defender la vida de todos los hijos y las hijas de este país, que aún creemos que es posible rescatar y reconstruir el tejido social de nuestros pueblos, barrios y ciudades.

Si no hacemos esto solamente podremos heredar a nuestros muchachos, a nuestras muchachas y a nuestros niños una casa llena de desamparo, de temor, de indolencia, de cinismo, de brutalidad y engaño, donde reinan los señores de la muerte, de la ambición, del poder desmedido y de la complacencia y la complicidad con el crimen.

Todos los días escuchamos historias terribles que nos hieren y nos hacen preguntarnos: ¿Cuándo y en dónde perdimos nuestra dignidad? Los claroscuros se entremezclan a lo largo del tiempo para advertirnos que esta casa donde habita el horror no es la de nuestros padres, pero sí lo es; no es el México de nuestros maestros, pero sí lo es; no es el de aquellos que ofrecieron lo mejor de sus vidas para construir un país más justo y democrático, pero sí lo es; esta casa donde habita el horror no es el México de Salvador Nava, de Heberto Castillo, de Manuel Clouthier, de los hombres y mujeres de las montañas del sur –de esos pueblos mayas que engarzan su palabra a la nación– y de tantos otros que nos han recordado la dignidad, pero sí lo es; no es el de los hombres y mujeres que cada amanecer se levantan para ir a trabajar y con honestidad sostenerse y sostener a sus familias, pero sí lo es; no es el de los poetas, de los músicos, de los pintores, de los bailarines, de todos los artistas que nos revelan el corazón del ser humano y nos conmueven y nos unen, pero sí lo es. Nuestro México, nuestra casa, está rodeada de grandezas, pero también de grietas y de abismos que al expandirse por descuido, complacencia y complicidad nos han conducido a esta espantosa desolación.

Son esas grietas, esas heridas abiertas, y no las grandezas de nuestra casa, las que también nos han obligado a caminar hasta aquí, entrelazando nuestro silencio con nuestros dolores, para decirles directamente a la cara que tienen que aprender a mirar y a escuchar, que deben nombrar a todos nuestros muertos –a esos que la maldad del crimen ha asesinado de tres maneras: privándolos de la vida, criminalizándolos y enterrándolos en las fosas comunes de un silencio ominoso que no es el nuestro–; para decirles que con nuestra presencia estamos nombrando esta infame realidad que ustedes, la clase política, los llamados poderes fácticos y sus siniestros monopolios, las jerarquías de los poderes económicos y religiosos, los gobiernos y las fuerzas policiacas han negado y quieren continuar negando. Una realidad que los criminales, en su demencia, buscan imponernos aliados con las omisiones de los que detentan alguna forma de poder.

Queremos afirmar aquí que no aceptaremos más una elección si antes los partidos políticos no limpian sus filas de esos que, enmascarados en la legalidad, están coludidos con el crimen y tienen al Estado maniatado y cooptado al usar los instrumentos de éste para erosionar las mismas esperanzas de cambio de los ciudadanos. O ¿dónde estaban los partidos, los alcaldes, los gobernadores, las autoridades federales, el ejército, la armada, las Iglesias, los congresos, los empresarios; dónde estábamos todos cuando los caminos y carreteras que llevan a Tamaulipas se convirtieron en trampas mortales para hombres y mujeres indefensos, para nuestros hermanos migrantes de Centroamérica? ¿Por qué nuestras autoridades y los partidos han aceptado que en Morelos y en muchos estados de la República gobernadores señalados públicamente como cómplices del crimen organizado permanezcan impunes y continúen en las filas de los partidos y a veces en puestos de gobierno? ¿Por qué se permitió que diputados del Congreso de la Unión se organizaran para ocultar a un prófugo de la justicia, acusado de tener vínculos con el crimen organizado y lo introdujeron al recinto que debería ser el más honorable de la patria porque en él reside la representación plural del pueblo y terminaran dándole fuero y después aceptando su realidad criminal en dos vergonzosos sainetes? ¿Por qué se permitió al presidente de la República y por qué decidió éste lanzar al ejército a las calles en una guerra absurda que nos ha costado 40 mil víctimas y millones de mexicanos abandonados al miedo y a la incertidumbre? ¿Por qué se trató de hacer pasar, a espaldas de la ciudadanía, una ley de seguridad que exige hoy, más que nunca una amplia reflexión, discusión y consenso ciudadano? La Ley de Seguridad Nacional no puede reducirse a un asunto militar. Asumida así es y será siempre un absurdo. La ciudadanía no tiene por qué seguir pagando el costo de la inercia e inoperancia del Congreso y sus tiempos convertido en chantaje administrativo y banal cálculo político. ¿Por qué los partidos enajenan su visión, impiden la reforma política y bloquean los instrumentos legales que permitan a la ciudadanía una representación digna y eficiente que controle todo tipo de abusos? ¿Por qué en ella no se ha incluido la revocación del mandato ni el plebiscito?

Estos casos –hay cientos de la misma o de mayor gravedad– ponen en evidencia que los partidos políticos, el PAN, el PRI, el PRD, el PT, Convergencia, Nueva Alianza, el Panal, el Verde, se han convertido en una partidocracia de cuyas filas emanan los dirigentes de la nación. En todos ellos hay vínculos con el crimen y sus mafias a lo largo y ancho de la nación. Sin una limpieza honorable de sus filas y un compromiso total con la ética política, los ciudadanos tendremos que preguntarnos en las próximas elecciones ¿por qué cártel y por qué poder fáctico tendremos que votar? ¿No se dan cuenta de que con ello están horadando y humillando lo más sagrado de nuestras instituciones republicanas, que están destruyendo la voluntad popular que mal que bien los llevó a donde hoy se encuentran?

Los partidos políticos debilitan nuestras instituciones republicanas, las vuelven vulnerables ante el crimen organizado y sumisas ante los grandes monopolios; hacen de la impunidad un modus vivendi y convierten a la ciudadanía en rehén de la violencia imperante.

Ante el avance del hampa vinculada con el narcotráfico, el Poder Ejecutivo asume, junto con la mayoría de la mal llamada clase política, que hay sólo dos formas de enfrentar esa amenaza: administrándola ilegalmente como solía hacerse y se hace en muchos lugares o haciéndole la guerra con el ejército en las calles como sucede hoy. Se ignora que la droga es un fenómeno histórico que, descontextualizado del mundo religioso al que servía, y sometido ahora al mercado y sus consumos, debió y debe ser tratado como un problema de sociología urbana y de salud pública, y no como un asunto criminal que debe enfrentarse con la violencia. Con ello se suma más sufrimiento a una sociedad donde se exalta el éxito, el dinero y el poder como premisas absolutas que deben conquistarse por cualquier medio y a cualquier precio.

Este clima ha sido tierra fértil para el crimen que se ha convertido en cobros de piso, secuestros, robos, tráfico de personas y en complejas empresas para delinquir y apropiarse del absurdo modelo económico de tener siempre más a costa de todos.

A esto, ya de por sí terrible, se agrega la política norteamericana. Su mercado millonario del consumo de la droga, sus bancos y empresas que lavan dinero, con la complicidad de los nuestros, y su industria armamentista –más letal, por contundente y expansiva, que las drogas–, cuyas armas llegan a nuestras tierras, no sólo fortalecen el crecimiento de los grupos criminales, sino que también los proveen de una capacidad inmensa de muerte. Los Estados Unidos han diseñado una política de seguridad cuya lógica responde fundamentalmente a sus intereses globales donde México ha quedado atrapado.

¿Como reestructurar esta realidad que nos ha puesto en un estado de emergencia nacional? Es un desafío más que complejo. Pero México no puede seguir simplificándolo y menos permitir que esto ahonde más sus divisiones internas y nos fracture hasta hacer casi inaudibles el latido de nuestros corazones que es el latido de la nación. Por eso les decimos que es urgente que los ciudadanos, los gobiernos de los tres órdenes, los partidos políticos, los campesinos, los obreros, los indios, los académicos, los intelectuales, los artistas, las Iglesias, los empresarios, las organizaciones civiles, hagamos un pacto, es decir, un compromiso fundamental de paz con justicia y dignidad, que le permita a la nación rehacer su suelo, un pacto en el que reconozcamos y asumamos nuestras diversas responsabilidades, un pacto que le permita a nuestros muchachos, a nuestras muchachas y a nuestros niños recuperar su presente y su futuro, para que dejen de ser las víctimas de esta guerra o el ejército de reserva de la delincuencia.

Por ello, es necesario que todos los gobernantes y las fuerzas políticas de este país se den cuenta que están perdiendo la representación de la nación que emana del pueblo, es decir, de los ciudadanos como los que hoy estamos reunidos en el zócalo de la Ciudad de México y en otras ciudades del país.

Si no lo hacen, y se empeñan en su ceguera, no sólo las instituciones quedarán vacías de sentido y de dignidad, sino que las elecciones de 2012 serán las de la ignominia, una ignominia que hará más profundas las fosas en donde, como en Tamaulipas y Durango, están enterrando la vida del país.

Estamos, pues, ante una encrucijada sin salidas fáciles, porque el suelo en el que una nación florece y el tejido en el que su alma se expresa están deshechos. Por ello, el pacto al que convocamos después de recoger muchas propuestas de la sociedad civil, y que en unos momentos leerá Olga Reyes, que ha sufrido el asesinato de 6 familiares, es un pacto que contiene seis puntos fundamentales que permitirán a la sociedad civil hacer un seguimiento puntual de su cumplimiento y, en el caso de traicionarse, penalizar a quienes sean responsables de esas traiciones; un pacto que se firmará en el Centro de Ciudad Juárez –el rostro más visible de la destrucción nacional– de cara a los nombres de nuestros muertos y lleno de un profundo sentido de lo que una paz digna significa.

Antes de darlo a conocer, hagamos un silencio más de 5 minutos en memoria de nuestros muertos, de la sociedad cercada por la delincuencia y un Estado omiso, y como una señal de la unidad y de la dignidad de nuestros corazones que llama a todos a refundar la Nación. Hagámoslo así porque el silencio es el lugar en donde se recoge y brota la palabra verdadera, es la hondura profunda del sentido, es lo que nos hermana en medio de nuestros dolores, es esa tierra interior y común que nadie tiene en propiedad y de la que, si sabemos escuchar, puede nacer la palabra que nos permita decir otra vez con dignidad y una paz justa el nombre de nuestra casa: México. l

Texto íntegro pronunciado por Javier Sicilia este domingo en el Zócalo y que se puede leer también en la edición 1801 de la revista Proceso.
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Fin a estrategia militar contra violencia, reclamo en el Zócalo

Alonso Urrutia

La Jornada 

Al concluir la Marcha por la Paz, se demandó cesar la impunidad, profundas reformas en justicia, esclarecer los casos que más han conmovido a la sociedad y combatir la corrupción en las instituciones que han favorecido la violencia. En su discurso, Javier Sicilia reclamo la salida de García Luna de SSP.
México, DF. Al concluir en el zocalo capitalino la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad, se convocó a un pacto nacional que contempla, entre otros aspectos: poner fin a la estrategia militar de Felipe Calderón para enfrentar al crimen organizado; que se acabe con la impunidad mediante una profunda reforma de las instituciones de procuración y administración de justicia; esclarecer los casos que más han conmovido a la sociedad; combatir a la corrupción de las instituciones que ha favorecido la situación de violencia que enfrenta el país.
Ante miles de personas, Olga Reyes, parte de cuya familia fue asesinada en Chihuahua y Patricia Duarte, una de las madres de los niños que murieron en la guardería ABC leyeron los alcances del pacto, en tanto que, en el discurso central, el poeta y convocante a la marcha, Javier Sicilia, demandó la renuncia del secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna. “Queremos un mensaje del presidente en donde patentice que nos oyó, con esa renuncia”.
Durante poco más de una hora y media, se efectuó el mitin con el que concluyó la marcha iniciada el jueves pasado en Cuernavaca, y en el cual, Sicilia cuestionó: “¿Por qué permitimos al presidente Calderón sacar al Ejército a las calles y desatar esta guerra absurda?”.
En su intervención cuestionó la complicidad por omisión o acción en que han incurrido los partidos político, en el crecimiento del crimen organizado, censurando hechos como el haber introducido subrepticiamente a un personaje al Congreso para conferirle el fuero como ciudadano, a sabiendas de que estaba vinculado con el crimen organizado.
Sicilia dijo que partidos, gobernantes, jerarcas religiosos, poderes fácticos han permitido el crecimiento de una situación intolerable que ha dejado miles de muertos inocentes. Insistió en que la marcha por la Paz con Justicia y Dignidad se hizo en silencio, porque el dolor y la indignación es tan grande que ya no hay palabras como describirlas.
Anticipó que si no hay una limpieza en los partidos políticos de sus miembros que de alguna manera coludidos con el crimen organizado, por lo que sin una limpieza total de sus filas y un compromiso con la ética política, los ciuddanos tendremos que preguntarnos por qué cartel o por qué poder fáctico tendremos que votar en el 2012.
El poeta se cuestionó por qué se ha permitido al punto de que en las carreteras de Tamaulipas o de Durango se asesine a los migrantes. Exigió también que Estados Unidos asuma su parte, porque en la lógica actual tiene una perversa ganancia mediante las ganancias que le dejan el lavado de dinero o la industria armamentista, mientras mantiene elevados consumos de droga en ese país.
Clamó por que se escuche a la sociedad que clama por un cambio radical en el país que permita reconstruir el tejido social que ha sido destrozado por la corrupción, la violencia y el crimen organizado. Dijo que es necesario ofrecerle mayores oportunidades a los jóvenes para que sus opciones no sólo sean ser víctimas o reserva del ejército del crimen organizado.
Asimismo, cuestionó la pretensión del Congreso de la Unión de pretender aprobar una Ley de Seguridad Nacional donde el único enfoque es militarista, pretensión que se hizo a espaldas de la sociedad y de las organizaciones de derechos humanos. Lamentó que la lógica de legislar de los partidos sea a través del chantaje de los cálculos políticos y administrativos.
Por todo ello, en el pacto promovido se planteó, entre otros aspectos, una política social que favorezca el crecimiento de las oportunidades de estudio y trabajo para las jóvenes. Esto, vinculado a una demanda de que se ponga fin a la militarización, a fin de tener un enfoque diverso respecto a lo que representa el crimen organizado.

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Víctimas de la violencia unen su voz en el Zócalo
Alberto Morales y Alberto Torres
El Universal 
ras su arribo a la Plaza de la Constitución, dirigentes de la Marcha Nacional por la Paz hicieron uso del micrófono del estrado para protestar por la violencia en el país, narrar sus experiencias y exigir un alto a la inseguridad.
Decenas de personas subieron al templete para unir su voz a la de miles que abarrotan el Zócalo capitalino en demanda de paz.
El movimiento, convocado por el poeta Javier Sicilia, quien perdiera a su hijo hace más de un mes a manos en manos del crimen organizado, se alista para leer el pliego de la sociedad civil en contra de la violencia.
Entre aplausos, expresiones de apoyo y al grito de "no están solos" la vanguardia de la Marcha Nacional por la Paz comenzó su ingreso al primer cuadro de la ciudad alrededor de las 16:00 horas, cuyas calles están repletas de ciudadanos unidos bajo la exigencia de "Ya basta".
El escritor y poeta Javier Sicilia levanta la mano derecha en señal de agradecimiento y junto a él caminan decenas de activistas sociales como del Comité del 68, el Movimiento la Otra Campaña del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), politólogos, amigos y familiares.
Destacan cientos de pancartas con el nombre de personas que han sido víctimas de secuestros o del crimen organizado.
"Alberto Valladolid, Jaime Aceves, y Enrique García. Desaparecido en Colima el 6 de diciembre de 2010".
Sobre 5 de mayo los organizadores colocaron entre los edificios una enorme manta color rojo y en medio el logotipo de no más sangre.

Sicilia pide a Felipe Calderón renuncia del titular de Seguridad Pública

CNN 

(CNNMéxico) — El poeta y periodista Javier Sicilia pidió este domingo al presidente Felipe Calderón la renuncia del secretario de Seguridad Pública federal, Genaro García Luna, al iniciar su discurso ante más de 90 mil participantes de la marcha por la paz y la justicia.
“Sería un mensaje del presidente de la República, diciendo que sí nos oyó”, aseguró Sicilia. “Que no muera. Que lo despidan. No más muertes (…) La violencia nos va a llevar a más violencia”, dijo en respuesta a los gritos de la multitud.
“Queremos afirmar aquí que no aceptaremos más una elección si antes los partidos políticos no limpian sus filas de esos que, enmascarados en la legalidad, están coludidos con el crimen y tienen al Estado maniatado y cooptado al usar los instrumentos de éste para erosionar las mismas esperanzas de cambio de los ciudadanos”, agregó el escritor.
Señaló que los partidos políticos “debilitan nuestras instituciones republicanas, las vuelven vulnerables ante el crimen organizado y sumisas ante los grandes monopolios; hacen de la impunidad un modus vivendi y convierten a la ciudadanía en rehén de la violencia imperante”.
Agregó que "todos los gobernantes y las fuerzas políticas de este país deben darse cuenta que están perdiendo la representación de la nación que emana del pueblo, es decir, de los ciudadanos como los que hoy estamos reunidos en el zócalo de la Ciudad de México y en otras ciudades del país".
La policía no genera violencia: gobierno
“Los efectivos militares, navales y de la Policía Federal no generan violencia”, aseguró la Secretaría de Gobernación en respuesta a la manifestación que convocó a 90 mil personas en el Zócalo de la Ciudad de México.
A través de un comunicado, la dependencia federal indicó que el compromiso y desempeño de las fuerzas del orden “permiten la reconstrucción de las instituciones locales en la convicción que una seguridad duradera y auténtica será solo posible cuando las autoridades municipales y estatales estén en posibilidad de cumplir con su primera responsabilidad: la seguridad ciudadana”.
El gobierno federal reiteró su respeto a los participantes de la Marcha por la Paz, así como a cualquier expresión de la sociedad a favor de la construcción de un México, donde el Estado de derecho y el acceso a la justicia sean los principales instrumentos contra la violencia y la criminalidad.
Mencionó que la Estrategia Nacional de Seguridad ha dispuesto de todos los medios a su alcance para fortalecer el tejido social.
“La seguridad es una tarea que a todos concierne: principalmente a las autoridades de los tres órdenes de gobierno, en el cumplimiento de la obligación de perseguir y castigar a la delincuencia organizada”, indica el comunicado.
Marcha reunió a víctimas de la violencia

La marcha fue convocada por Sicilia, luego de que su hijo fue encontrado muerto adentro de un automóvil en Morelos junto con otras seis personas a finales de marzo pasado.
El poeta y periodista es acompañado por víctimas de otros delitos en el país como familiares de personas que murieron en masacres, padres de niños que fallecieron quemados en una guardería de Hermosillo, Sonora, al norte del país, y parientes de personas que fueron asesinadas por criminales, policías o militares.
La marcha partió de Cuernavaca, Morelos, el jueves 6 de mayo, y tenía como meta llegar antes de las 16:00 hora local de este domingo al Zócalo capitalino. El recorrido abarcó alrededor de 80 kilómetros de distancia.
Esta mañana partió desde Ciudad Universitaria, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), al Centro Histórico de la capital mexicana.
La marcha inició con aproximadamente 500 personas, pero a medida que avanzaba aumentó en número de asistentes, que de acuerdo con autoridades de la Ciudad de México superó los 90 mil y los organizadores señalan más de 200 mil personas.
Los participantes exigieron el fin de la violencia provocada por el combate del gobierno federal al crimen organizado, que según cifras oficiales ha dejado 34,612 muertes desde diciembre del 2006 hasta diciembre del 2010.



(informacion:kaos en la red.com y agencias)

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alto ala represion!!

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